Una experiencia personal vivida en el colegio de Carlos, durante una charla a los niños de 3º de infantil.
Los pequeños artistas
Botes de pintura, pigmentos naturales, hojas de periódico, pinceles y tijeras se amontonaban en la mesa de un aula del colegio de mi nieto Carlos. Aún no se había abierto la puerta por la que tenían que entrar el grupo de niños dispuestos a escuchar mi charla sobre pintura, y mi pensamiento estaba en esos pequeños diablillos. Me preocupaba si tan pequeños, comprenderían bien lo que pensaba transmitirles a través de los utensilios que les había llevado. Pero también, como artista, estaba tranquila, porque sé que el "creador" nace y que a esa edad, los niños son libros abiertos en los que las imágenes y los sueños adquieren vida propia.
Las musas revoloteaban en la sala a la que ya llegaban los gritos y las risas de los pequeños ¿artistas?, eso estaba por ver. Pero algo dentro de mí, me decia que iba a ser algo muy positivo.
En un momento, el aula se había llenado de niños con las manos manchadas de mil colores.
La curiosidad fué más grande que cualquier explicación. Casi no me dieron tiempo a contarles nada sobre el arte o la pintura. Ellos querían participar en las cosas que les estaba contando.
Así que decidí dejarles libres en su creatividad, en su infantil alegría y en su juego del descubrimiento del color y de la luz..
Sus dedos lo tocaban todo, entraban y salían de los botes bermellón, azul majorelle, sienas, amarillos y en pocos momentos, esas manitas multicolores acariciaban los folios, las pizarras y todo lo que tenían delante. Con el primer golpe de color, sus gestos se liberaron y comenzaron a crear, a rayar, a embadurnar, con algunos resultados sorprendentes.
Los papeles que había dejado sobre la mesa, comenzaron a llenarse de formas, de monigotes, de rayas, círculos, casitas, árboles y monstruos multicolores. Todo un mundo mágico donce los niños y la pintura eran los protagonistas. Ya no me necesitaban, ni necesitaban de nadie. Sus musas particulares, les guiaron por los caminos misteriosos del arte, llevándolos a través de las páginas de cientos de cuentos escuchados de sus padres, que ellos convirtieron en una realidad a través de su imaginación.
Las manos pintadas y teñidas por los pigmentos, eran ya una obra de arte. Lo mejor de cada uno, su abstracción y su ingenio, habían salido a pasear en aquellas hojas blancas que les había llevado.
En un momento, se podía hacer una exposición con aquellas obras no sé si maestras, pero sí absolutamente personales y originales.
Una experiencia inolvidable en la que el talento una vez más se manifestó a través de los niños y su afán por saber, conocer y participar.
Fué uno de los mejores momentos que he vivido últimamente, en el que que mis sentimientos como artista y abuela de uno de aquellos pintores improvisados, se mezclaron y se solidarizaron con los de aquellos padres que recibirían de regalo un dibujo o una pintura de sus hijos. Ojalá que alguno pueda continuar estudiando arte o preparándose para los misterios y las alegrías que este oficio les depare en un futuro.
Yo me sentí feliz, y aquí tenéis una muestra de esta jornada inolvidable que esos pequeños artistas hicieron posible.
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